“Complicidad”. Jacinto Fernández |
Cuando dentro de muchos años alguien abra este libro y se deleite mirando las fotografías quizás no se dé cuenta de lo que de verdad tendrá ante sus ojos.
Sólo tenemos que imaginarnos cómo hubiesen sido las imágenes de un grupo de octagenarios de los años ochenta del siglo XX para ver cómo han cambiado las cosas. Como en los últimos años hemos asistido a la aparición de un nuevo grupo social que tiene como meta vivir algo más que la antesala de la muerte.
Los mayores moteros o el gimnasta de la playa de Benidorm hubieran parecido entonces poco menos que un chiste. La mujer leyendo en un e-book, aún hoy lo parece, aunque estoy seguro de que, dentro de unos años, quien vea las fotos será incapaz de percibir el elemento de cambio que hoy todavía nos provocan.
Sólo tenemos que imaginarnos cómo hubiesen sido las imágenes de un grupo de octagenarios de los años ochenta del siglo XX para ver cómo han cambiado las cosas. Como en los últimos años hemos asistido a la aparición de un nuevo grupo social que tiene como meta vivir algo más que la antesala de la muerte.
Los mayores moteros o el gimnasta de la playa de Benidorm hubieran parecido entonces poco menos que un chiste. La mujer leyendo en un e-book, aún hoy lo parece, aunque estoy seguro de que, dentro de unos años, quien vea las fotos será incapaz de percibir el elemento de cambio que hoy todavía nos provocan.
Veo en estas imágenes el equivalente a las de James Dean durante los años cincuenta, tiempo en el que un grupo de edad, el de los jóvenes, empezaba a aparecer con perfil propio en la sociedad. Ahora lo hacen los mayores activos. Entre James Dean y Mayo del 68 los jóvenes de entonces conquistaron un espacio entre la infancia y la edad adulta, inventaron una moda, una música y una forma de ver la vida que les pertenecía a ellos y desafiaron lo establecido.
Hoy no cuesta encontrar en estas fotografías un elemento de desafío. Las señoras de “La importancia del look” o los personajes de “¿Bailas?” o “¿La alegría de vivir?” parecen decir, “Soy mayor y me lo paso bien ¿qué pasa?”. Y se lo están diciendo a esos jóvenes supertecnificados que en muchos casos se comunican poco o nada con personas de más de ochenta años y de los que han sustituido el conocimiento por estereotipos que toman de internet.
Las personas que aparecen en las fotografías se han beneficiado del espacio de paz y prosperidad más largo que hemos vivido en España en muchos siglos. Disponen de una sanidad y un sistema de pensiones dignos (sobre todo en comparación con lo que existe en la mayoría de los países) y disfrutarán de una vida, incluso quizás más larga que la de las generaciones venideras.
Pero, al lado de estas personas, existen otras que también han vivido un cambio en los últimos años y a las que me gustaría dedicar unas líneas. Me refiero a los mayores dependientes. O sea, a los mayores entre los mayores que necesitan de otra persona para hacer lo que casi todos hacemos por nosotros mismos.
Estos también han vivido un cambio importante en los últimos años, y los centros para mayores Novaire pueden ser hoy lo que este libro es para los mayores activos. Una muestra de cómo han avanzado las cosas.
Conocí el proyecto y a las personas que lo han liderado desde que no era más que un cúmulo de ideas y unas líneas en un papel. Después he sido testigo, en los últimos diez años, de cómo poco a poco se creaba un grupo que residencias con algunas características que las hace verdaderamente únicas.
Si las residencias, durante muchos años habían sido una mezcla entre mastodónticos centros para pensionistas autónomos y establecimientos asilares para ancianos menesterosos; son modelos como el que Novaire ha sabido establecer en las provincias de Alicante y Castellón, los que han hecho avanzar lo que se entiende por atención integral a personas mayores dependientes.
Siempre me ha gustado que las residencias se abran hacia el exterior, que sean transparentes y que, en la medida de lo posible, tanto los mayores como sus familiares puedan comparar. Por eso, el que Novaire fuera de las primeras y más activas empresas del sector en el campo de las redes sociales, en el mantenimiento de un blog y en la organización de una cadena de actividades tanto materiales como on line de difusión y concienciación, es algo que me parece respetable e imitable.
Novaire ya ha visto en los años que lleva en funcionamiento que no existen “las personas mayores” sino “personas mayores” y que su perfil, gustos y necesidades van cambiando. Si hace diez años ingresaban los que lucharon en la guerra civil, ahora lo empiezan a hacer los que la vivieron como niños. Estoy seguro que el ánimo por adaptarse al cambio que ha distinguido a los centros Novaire, ya sea en el uso de tecnologías, como de modelos de atención, les llevará a prepararse para el gran reto que les espera dentro de unos años, cuando empiecen a ingresar algunos de los protagonistas del libro.
Recuerdo cuando estaba prohibido que hubiese perros en las residencias. Después empezaron a entrar en forma de “terapia con animales”, pero ¿Podrá el hombre que duerme con el suyo en “Complicidad” hacerlo normalmente si llega a vivir en una?
Probablemente en Novaire podrá.
Publicado por Josep de Martí en 9 de may de 2013 en Los mayores primero