30 de marzo de 2015

Exposición "Segmentos" de LUIS PINILLA en la Sala de Exposiciones de El Campello



 
Exposición Luis Pinilla 
 2 de Abril al 9 de Mayo de 2015
20.30 horas 
| Sala de Exposiciones de la Casa de la Cultura 
| E. Libre (todos los públicos). Inauguración de la exposición de pintura "Segmentos" de LUIS PINILLA en la Sala de Exposiciones, hasta el día 9 de Mauo. 

 Visitas, todos los días de 18 a 21 horas, excepto domingos y festivos sin ningún acto cultural programado. Por las mañanas, visitas concertadas

 en el teléfono 965.636.194.




VENTANAS

 Sobre la mesa descansa el último tubo de óleo que el artista acaba de enfrentar al lienzo. Es negro como la noche. En el tubo la pintura es negra, pero cuando entra en contraste con el crudo del lienzo, asume la función de avisarnos de hasta dónde llegará el día. Nos ordena de manera sutil y precisa hacia el lugar en el que debemos fijar nuestra mirada. Al rato, unas tiras de cinta serán las encargadas de poner coto a un rojo intenso que atravesará, quizás mañana o esta misma tarde, una línea de azul cobalto sin permitirse siquiera una transparencia. Cuando todo esto ocurre, justo enfrente, se encuentra a punto de pasar a mejor vida un lienzo multicolor, en el que él tratará de jugárnosla –una vez más– tratando de confundirnos entre lo que significa el enfoque y el desenfoque de la forma. A su vez nos va a mostrar grupos de líneas que terminan porque empiezan en algún sitio. A éstas les sucederán otras que vienen a continuar su tarea, con la salvedad de que a éstas últimas les ha abandonado el color. Una vista compleja en la que el día y la noche conviven a la vez, sin descanso. Oímos, como un susurro, el deslizar del corte de la cuchilla sobre un cartón. La cuchilla recorre el camino trazado previamente por él, se dirige, sin dudarlo ni un instante, hacia el borde final. Una serie de estratos desordenados –aparentemente– se desparraman encima del cuadrilátero ¿están dentro, o están fuera, suben o bajan, están encima o están debajo? 

Un cuadrilátero delgado, pero de una gran firmeza, se sitúa en el borde de la obra, su misión será acotar el espacio y poner orden, para que la malla de líneas desordenadas quede situada en el lugar exacto en el que él la vio. El color ha desaparecido prácticamente, las sombras que el delgado grosor de los cartones proporciona al cuadro, son ahora el único aporte de color que la obra se puede permitir; viniendo a demostrar que el color hace la fuerza. La superposición de planos, el juego aparentemente desordenado de las líneas, conceden al cuadro blanco una envidiable vida. En el “Laberinto Roto” se sitúan al fondo del lienzo todos los cielos posibles. Como un canto de libertad, la rotundidad de la forma convive en armonía con atmósferas espontaneas de colores que conforman a su vez, un juego laberíntico de pasillos cromáticos. Mientras que la concreción de las formas constructivas nos quieren hacer ver que no hay camino cerrado, la paranoia de las líneas rectas que delimitan los colores nos enseña el verdadero laberinto, un camino que nos saca fuera del cuadro y que nos obliga a pensar en todos los horizontes que han quedado grabados en nuestra memoria. A unos metros de este laberinto nos encontraremos con el “Pozo para Segmentos”, una ventana que deberíamos mirar desde el aire, para que su atmósfera impregne de lleno nuestra mirada. La tierra acaba donde empieza el ocaso. Del ocaso surgen formas perturbables en las que incide la luz de los colores que vendrán a contaminar la pureza surgida desde el fondo. 


¿Si la delimitación del cuadro fuera infinita, si la tierra no acabara nunca, si en vez de surgir del pozo los segmentos cayeran en un agujero negro? 
Colgados en la pared, como si formaran parte del propio estuco del muro, dos colecciones de treinta y dos cuadrados, divididos en dos conjuntos de dieciséis cuadros cada uno, buscan ordenar todo lo que les rodea. Su orden es a primera vista muy elemental: horizontal y vertical. Demasiado básico para una obra de él. Nos acercamos y descubrimos el juego al que nos invitan las formas: la luz no proviene de dónde creíamos que venía, precisamente el juego de luces y sombras nos lleva a ver una delimitación lineal de formas que desaparece en cuanto nos acercamos a la obra, la delimitación no procede de la forma en sí misma, sino de la superposición de un elemento del cuadro sobre el otro. Lo que aparentemente podríamos pensar que ha sido dibujado, es producido por la incidencia de la luz en los estratos del cuadro. Las deli mitaciones formales se verán modificadas en el momento la obra cambie de lugar. Y así nuestro cuerpo va asomándose a las ventanas que Luís Pinilla va abriendo delante de nuestros ojos. Su libertad creadora, la búsqueda de lo esencial, de la necesaria complicidad con el espectador, para que entre en la complejidad de la obra por el camino más fácil, convierten la obra de Luis en apetecible. Probablemente su carácter llano, y tantos años abriendo los legañosos ojos de los estudiantes, para que descubrieran la belleza de lo que les rodea, ha marcado su carácter pictórico. Creo que para Luis la pintura es un divertimento, un recreo esencial para mantenerse en pie. Cuando digo divertimento no lo hago en el sentido superficial de lo que puede significar divertirse hoy día. Yo hablo del divertimento en el sentido de convertir en satisfacción lo que la creación te proporciona. Esta satisfacción la aprecias en el artista cuando habla con sencillez –sin metalenguaje ni expresiones grandilocuentes– de lo que hace todos los días. Como si el hecho de ponerse a pintar fuera una tarea cotidiana más de las que realizamos los humanos. Probablemente este divertimento se produzca en Luis porque no espera más de su obra plástica que lo que la propia obra la proporciona: una manera de seguir viviendo.

 José Ayelo Pérez 
Villena, marzo de 2015