De Algeciras a Estambul pintas mis días de azul…
Me dejo mecer en tu vaivén, me dejo abrazar por tus olas, me impregnas de sal cada poro de mi piel. Me siento en la orilla y tu brisa seca las gotas de agua y tus olas bañan mis pies, que se hunden poco a poco en tu arena. La mirada perdida en el horizonte, con la vista dirigida siempre a la izquierda, quizá porque a la derecha te alejas hasta desaparecer a pocos kilómetros, quizá porque hacia la izquierda te queda mucho viaje por hacer. Es entonces cuando te veo llegar -blanca, agitada, altanera, llena de espuma- vienes con ganas de romper con fuerza y recoger todos mis anhelos. Llévame contigo, ola, llévame a recorrer todos aquellos preciosos lugares que ya vi alguna vez y a aquellos donde nunca estuve. Podías llevarme cabalgando en tu lomo a ver a mi amor, pero ya lo sé, quieres ir sola -en absoluta libertad- para bañar arenas, para pulir rocas, para mecer barcos, para salar pieles, para susurrar al oido…
Estoy segura de que esta noche dormirás en aquella cala solitaria de Cadaqués, al abrigo de las rocas; pasearás tu andar altivo por las playas de Niza; te impregnarás de siglos de historia al bordear Italia; te llenarás de belleza al pasar por Grecia y recorrer sus pequeñas islas; llegarás a Estambul al atardecer, cuando el muhecín llame a la oración, cuando su luz convierte la ciudad en irreal. En Alejandría, esperarás la llegada de las aguas del Nilo que te traerán noticias de los viajeros; pasarás por Túnez, y quien sabe si no acariciarás un ánfora sepultada durante siglos en las arenas del fondo del mar de Cartago.
Y después de este viaje, volverás a mi playa, donde te esperaré anhelante en la orilla para que me cuentes tu viaje. Llegarás exhausta, impregnada de la belleza de tu recorrido -suavizada y tímida- te acercarás a bañar mis pies.
Cuéntame ola, cuéntame lo que has visto, qué poemas nuevos encontraste. No te oigo, ola, me hablas tan bajito… ¿me traes un mensaje?… ¿sí?… ¿has recorrido miles de kilómetros con un mensaje para mí?… ¡vaya!, pero si es un beso de mar… ¡Gracias, ola!… y entonces percibo una suave brisa en la nuca, una caricia en el cuello y en los labios, un sabor a mar.
de