Hay dos recomendaciones que suelo hacer en mis libros y cursos de fotografía a los aficionados que desean adquirir una cámara fotográfica digital: en primer lugar, que no se compren un modelo de reciente aparición hasta que no haga unos meses que circula por el mercado y así se hayan corregido sus problemas de juventud; y en segundo, que jamás hay que comprar una cámara justo antes de un viaje o un trabajo importante, no sea que un inesperado defecto de fabricación nos deje tirados en una situación importante. No hay nada más desesperante que encontrarse en el otro extremo del mundo con una herramienta que no funciona como se espera.
Sin embargo, será porque el ser humano es estúpido por naturaleza, o bien porque la vida conlleva asumir ciertos riesgos que en enero de 2010 –dos días antes de iniciar un largo viaje y contradiciendo de forma escandalosa mis propias recomendaciones compré una de las primeras Canon EOS-1D Mark IV llegadas a España. Necesitaba una cámara de similar resolución (16 MP) a la EOS-1Ds Mark II que utilizaba desde hacia cinco años, pero que me permitiera el uso de mayores sensibilidades ISO con menor ruido, dotada de un mejor sistema de enfoque automático, un LCD de mayor tamaño y calidad, la Visión Directa (Live View), y que dispusiera de un sistema de limpieza automática del sensor, un aspecto especialmente molesto de las primeras réflex digitales y de mi anterior cámara en concreto.La EOS-1D Mk IV es una cámara de sensor formato APS-H (Factor 1,3x). Se trata de un formato que favorece a los usuarios de teleobjetivos al añadir algo de aumento, sin perjudicar demasiado a los paisajistas y sus ópticas granagulares. Es la sucesora del modelo Mk III, el que quizás fuera el mayor fiasco en la historia de las cámaras réflex Canon. Una cámara que ofrecía una calidad de imagen muy buena, pero cuyo irregular sistema de enfoque automático no estuvo a la altura de lo que se esperaba de ella. La 1D Mk III fue la responsable de una cierta migración de fotógrafos hacia su competidora Nikon D3, invirtiéndose así el proceso de fuga de Nikon a Canon que se venía produciendo desde la introducción de las réflex digitales. El reto para el modelo Mk IV era enorme: hacer olvidar aquellos problemas y detener la migración hacia la competencia.
Primer contacto
Al abrir la caja recién llegada un día antes de mi partida (¡Gracias Fotocasión!), me encontré con una cámara muy renovada, pero que a la vez me era familiar: las EOS-1 mantienen parte de su interfície desde los tiempos de los modelos de película y para un usuario habituado a ello eso es una notable ventaja.
Día nublado, toma de contacto apresurada en casa y primeras conclusiones en relación a mi 1Ds Mk II: la calidad de los archivos es fenomenal, con similar definición, menos ruido a altas sensibilidades y con un rango dinámico notablemente ampliado en las altas luces, mucho menos propensas a la sobrexposición. Y eso sin recurrir a la función “Prioridad tonos altas luces” que rebaja selectivamente el brillo de las zonas más claras de la imagen, adecuada para fotografiar aves con blanco en su plumaje, como luego constataría con los pingüinos y albatros de las Malvinas.
El primer susto me lo dio el sistema de enfoque automático. Aquella misma noche, intentando enfocar en mi casa, el enfoque se perdía sin remedio en condiciones de cierta oscuridad. Algunos usuarios ya expondrían luego este problema en Internet. Al parecer en Canon se había primado la rapidez y exactitud del sistema AF en detrimento de una cierta sensibilidad en condiciones de penumbra. Sin embargo, este comportamiento es un tanto impredecible y no siempre me ha sido posible reproducirlo. En los meses posteriores he enfocado perfectamente bien en diversas ocasiones en situaciones de penumbra, incluso en momentos en que otras cámaras, como la Nikon D300s de un amigo, perdían ya el enfoque.
Es un viaje al rededor del mundo contado en seis páginas.
IMPRESIONANTE!!!
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