Hace un arte figurativo entre las dos y las tres dimensiones, con clavos plateados y negros que fija en paneles de madera y de aluminio.
Depende de cómo sobresalgan y la luz que reciban, el dibujo variará en profundidad y sombras.
Desnudos, paisajes, retratos… Tarda unas tres semanas en elaborar cada obra y usa unos 3.500 clavos por cuadro “y me suelo cortar y golpear el dedo con el martillo, así que sufro por mi arte“, dice con sorna.
Comprar un apartamento en Budapest (Hungría), el lugar de origen de su mujer, fue un detonante para que el arte de Levine cambiara radicalmente. Era un espacio vacío, listo para convertirse en lo que él quisiera, un terreno virgen para llenar de arte propio: “Primero pensé en pegar cabezas de clavos en mis esculturas. Después, de pie en mi nuevo apartamento, me di cuenta de que un pequeño y afilado clavo podía crear algo tal suave como un torso humano."
-"Mi mujer posó para mí”.
por Helena Celdrán