La localidad valenciana de Buñol ha librado este miércoles su célebre batalla de tomates, la Tomatina, con cerca de 45.000 jóvenes procedentes de todo el mundo que se han enfrentado por las angostas calles de la población agotando una munición de 120 toneladas de esta hortaliza.
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La tradición de arrojar objetos que vienen cultivando en Buñol desde 1945, cuando un grupo de jóvenes comenzó a lanzarse tomates, se mantiene más viva que nunca y despierta el interés en todos los rincones del planeta, de Australia a Japón, de Corea a Portugal o la India. 'How do you speak spanish?', le preguntan los comunicadores locales a una joven turista japonesa: "Poquito, me encanta tomatina", obtienen por respuesta en pleno campo de batalla.
No hacen falta muchas palabras para explicar esta fiesta, una 'guerra roja' que quizás no tenga explicación. La diversión es el fundamento, y así puede apreciarse al fijar la vista en la legión de tomateros que se asmontonan entre las calles San Luis y la Avenida Diputación. Algunos disfrazados para la ocasión, otros con cortezas de sandía y coladores a modo de casco, los más sin camiseta, con ropa vieja y gafas de buceo para sumergirse en la marea roja.
Las mangueras comienzan a regar el recorrido, a refrescar a las 40.000 personas que saltan y chillan sobre el infierno de asfalto. Pese al refresco que llega de las acequias, los tomateros lo tienen claro: "yo no quiero agua, yo quiero tomate", canta un grupo de combatientes.
En palabras del primer tomatero, Goltran Zanón, el secreto está en "estrujar el tomate antes de lanzarlo para manchar y no lastimar". Poco deben tenerlo en cuenta las hordas de jóvenes hambrientos de tomate que zarandean el primero de los camiones que entra en escena en busca de munición. Los cuerpos semidesnudos llevan en volandas el convoy de cabeza, que asoma en la plaza pasadas las 11.15 horas.
La marea humana abre paso a los camiones cargados de tomate; se desata la euforia. Mientras algunos turistas protegen sus pequeñas cámaras con fundas de papel y plástico para inmortalizar el momento, los tomateros que han conseguido subirse a los camiones se sujetan con arneses para no caer de la cubierta de un camión convertido en barco.
Tras el paso de los cinco camiones, que han dejado en las calles de Buñol los 120.000 kilos de tomate, los 'guerreros' buscan una reconfortante ducha a orillas del río Buñol, aunque algunos aún han optado por darse un baño de tomate rebozando sus cuerpos en la corriente roja que recorre las calles.
Un total de 26 personas han sido atendidas por los servicios médicos a causa de heridas de carácter leve ocurridas durante la celebración de la Tomatina, según han informado fuentes sanitarias. Los heridos, por traumatismos, golpes de calor, contusiones e irritaciones en los ojos, han sido atendidos en el centro de salud de Buñol.
Este ejercicio de histeria colectiva ha sido grabado, fotografiado y contado por medio centenar de medios de comunicación, algunos de ellos procedentes de Ucrania, Taiwán, Japón o China, país este último en el que la fiesta popular de Buñol ha adquirido una gran fama, llegando al punto de ser imitada.
También ha habido espacio para la aventura fílmica. La Tomatina fue la primera imagen que se vio en la última edición del festival de Cannes, gracias a la película 'We need to talk about Kevin', y hoy ha servido de incierto escenario para el rodaje, por segundo año consecutivo, de escenas de un largometraje de la factoría Bollywood.
El pasado mes de febrero ya se organizó en Buñol una Tomatina extra para las cámaras de Bollywood, lo que prueba el calado internacional de una fiesta que, para el próximo año, estudia reducir el aforo. Será complicado teniendo en cuenta el empuje de los tomateros.