Rosa Aguilar deja España sin ríos españoles
Lo más parecido a un político nacionalista, de esos que piden todo y dan muy poquito, es un cacique que cuida su cortijo político a costa de los demás. Son dos figuras con dos rasgos comunes: pueblerinos e insolidarios. Cuando el nacionalismo/caciquismo se lleva al extremo, aparece el paletismo; también el patetismo.
Una muestra reciente de a dónde conduce el caciquismo/nacionalismo, es una reforma legal aprobada en el último Consejo de Ministros que entrega el control y la inspección sobre los ríos a las comunidades autónomas por donde discurren. Y le quita esas atribuciones a las Confederaciones Hidrográficas, de naturaleza estatal. Es otra concesión disparatada a los nacionalistas de Cataluña y a los caciques (socialistas y peperos) de Andalucía y Aragón.
Las organizaciones ecologistas integradas en el Consejo Asesor de Medio Ambiente han puesto el grito en el cielo contra esa decisión de la ministra Rosa Aguilar, en connivencia con el presidente andaluz, José Antonio Griñán. Pero es igual. A los intereses electorales -bastante caciquiles- del PSOE andaluz le viene bien decir que el Guadalquivir pertenece a Andalucía, y así va a quedar. Con el beneplácito del PP, no se olvide.
En la cadena de disparates sobre la organización territorial, el último es que, con el tiempo, España se quedará sin ríos españoles. El Guadalquivir será andaluz, el Ebro a medias aragonés y a medias catalán, el Duero, castellano-leonés y portugués, etcétera.
Este lío viene a cuenta de los nuevos Estatutos de Autonomía de Andalucía y Cataluña, que decretaron competencias exclusivas sobre los ríos que transcurren por sus territorios. Hace unos meses el Tribunal Constitucional dijo que eso era una barbaridad, sobre todo en aquellos cuyos sus cauces discurren por varias comunidades.
Como a los caciques políticos andaluces y a los gobernantes nacionalistas les importa un pepino lo que digan los tribunales, el Gobierno de Zapatero, en sus estertores, ha optado por reformar la Ley de Aguas para dejarlos contentos. Y para dejar a España sin ríos propios, aunque de momento solo ocurrirá con los que pasan por Andalucía, Aragón y Cataluña.
En este embrollo paleto y patético juega un papel fundamental la ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. Rosa Aguilar, que va de mosquita muerta, conjuga el afán de notoriedad y la ambición con la práctica camaleónica. Como ahora pintan bastos no se deja ver, aunque protagonice una batalla interna en el PSOE disputando a la ex ministra Carmen Calvo la cabeza de la candidatura por Córdoba en las elecciones generales.
Rosa Aguilar, corresponsable de la barbaridad autonómica sobre el Guadalquivir cuando era consejera de la Junta de Andalucía, después como ministra tuvo que tragarse el sapo del revolcón del tribunal Constitucional. Pero ahora, en agosto y emboscado entre los acuerdos económicos de un Consejo de Ministros extraordinario, ha colado esa reforma de la Ley de Aguas que marca un hito de la estupidez autonómica, a mayor gloria de caciques y nacionalistas.