Autoretrato |
(Nápoles, 1598-Roma, 1680) Escultor, arquitecto y pintor italiano.
Bernini es el gran genio del barroco italiano, el heredero de la fuerza
escultórica de Miguel Ángel y principal modelo del Barroco arquitectónico en
Europa.
Aprendió los rudimentos de la escultura en el taller de su padre,
Pietro (1562-1629), un escultor manierista de cierto relieve. Fue también su
padre quien lo puso en contacto con algunos de los mecenas más importantes de su
tiempo, lo que le permitió manifestar su talento de una forma bastante precoz.
En sus obras más tempranas (Eneas, Anquises y Ascanio, El rapto
de Proserpina) resultan ya evidentes la ruptura con el manierismo tardío y
una concepción radicalmente distinta de la escultura; el intenso dramatismo, la
grandiosidad y la búsqueda de efectos escenográficos están ya presentes en estas
primeras creaciones.
En 1629, Bernini fue nombrado arquitecto de la basílica de San
Pedro por el papa Urbano VIII. Desde entonces hasta su muerte trabajó
ininterrumpidamente para los sumos pontífices, salvo un cierto paréntesis
durante el pontificado de Inocencio X, quien prefirió a otros artistas y le
encargó pocas obras. De sus realizaciones para San Pedro destacan el gran
baldaquino sobre el altar mayor y el grupo escultórico de los Padres de la
Iglesia que, observado a través de las columnas del baldaquino, ofrece efectos
de una gran fuerza teatral, tal como pretendía el artífice.
La Plaza de San Pedro (1656-1657) |
Su mejor aportación a la basílica de San Pedro fue, sin embargo,
la columnata que rodea la plaza, justo delante del templo, que le ha valido
elogios continuos por su armonía y sus efectos escenográficos. Esta columnata
representó una gran novedad, no sólo por sus dimensiones, sino sobre todo por su
disposición elíptica, una forma muy cara a los arquitectos barrocos, inclinados
a conferir a todas sus obras efectos de movimiento. Las monumentales estatuas
que la rematan en su parte superior dotan al conjunto de un aire todavía más
majestuoso y solemne si cabe.
Aunque en menor medida, Bernini trabajó también para mecenas
privados, y fruto de esa colaboración es la obra quizá más representativa de su
estilo escultórico, el Éxtasis de santa Teresa. Resulta difícil concebir
una mayor intensidad dramática y una mayor fuerza dinámica en una realización de
pequeñas dimensiones ejecutada mediante un tratamiento exquisito del mármol. Por
su condición de elemento para la decoración de una capilla y sus magníficos
efectos de claroscuro, se considera esta obra como un compendio magistral de las
tres artes mayores, arquitectura, escultura y pintura, y por ello ha quedado
como modelo incomparable de la escultura barroca.
De sus realizaciones como arquitecto, la más valorada, además de
la columnata de San Pedro, es la pequeña iglesia de San Andrea al Quirinale, en
la que arquitectura y escultura se unen en una búsqueda de efectismo destinada a
crear un ambiente adecuado para suscitar la fe y los sentimientos religiosos. El
palacio Chigi-Odescalchi, que ejerció una influencia decisiva en toda Europa, es
uno de sus edificios civiles más conseguidos.
Con sus hermosos edificios barrocos, Bernini coadyuvó como nadie
en la renovación urbanística de Roma, a la cual aporto así mismo multitud de
estatuas y algunas fuentes monumentales que todavía contribuyen en la actualidad
a la belleza de la urbe. La que le encargó Inocencio X para decorar la piazza
Navona, llamada Fuente de los cuatro ríos, es la más espectacular de
estas realizaciones.
Pintor por afición, sus obras se conservan hoy en los
museos más reputados por su gran calidad, lo mismo que sus dibujos, que figuran
en las mejores colecciones del mundo.
Bernini
RAPTO DE PROSERPINA - BERNINI
Ceres, la diosa de la fecundidad de la tierra, cayó en la más profunda desesperación cuando supo que su amada hija, Proserpina, había sido raptada por Plutón, dios del Inframundo y la había llevado con él al Hades. En vano la buscó por todo el mundo y enfurecida detuvo el crecimiento de todas las plantas sobre la Tierra, se negó a regresar al Olimpo y se dedicó a vagar por el mundo, convirtiendo en desierto todos los lugares que pisaba, clamando justicia al resto de los dioses.
Finalmente Júpiter se apiadó de ella y ordenó a Plutón que liberara a Perséfone. Sin embargo el señor del Hades logró imponer la condición de que durante unos meses Perséfone regresara junto a él. Es así como Ceres engalana la Tierra con flores para recibir a su hija en Primavera, cubre los árboles y los prados de tonos naranjas y marrones (los preferidos de su hija) para despedirla cuando se acerca el momento de su partida en Otoño y durante los meses de Invierno, cuando Perséfone regresa al Inframundo, deja la tierra sin vida en señal de su dolor.
detalle de la obra |
Actualmente podemos apreciarla en la Galería Borguese, en Roma.