Bajo una piel gruesa y dorada con toques rojos, se esconde un interior repleto de semillas recubiertas de una pulpa dulce y jugosa de color y brillo similar a la de los rubíes. Descubrimos por qué todos los pueblos que han conocido la granada le han atribuido numerosas propiedades y cómo esta fruta tan deliciosa que va de otoño esconde un potencial antioxidante enorme.
Esta fruta se conoce desde los egipcios
(2500 aC) que enterraban las personas con una granada para desearles abundancia en la otra vida. Se cree que los cartagineses la introdujeron en la región mediterránea a raíz de las guerras púnicas y, por ello, el nombre científico es Punica granatum . Los griegos y romanos la incorporaron a la dieta habitual y atribuían la plantación del primer granado a la diosa del amor Afrodita. En el Lejano Oriente, la granada está vinculada a la fertilidad y es un presente que se hace a los novios para desearles mucha descendencia.
Provitamina A :
en forma de betacaroteno (contiene 30 microgramos por 100 gramos de fruta comestible), se trata de un pigmento que el organismo transformará en vitamina A de acuerdo con sus necesidades. Esta vitamina es necesaria para el buen estado de la retina y la piel, entre otros.
Vitamina C : la granada contiene 20 miligramos de vitamina C por 100 gramos de fruta comestible (un valor ligeramente por debajo del de la mandarina). Esta vitamina participa en la formación de colágeno (importante para la piel y las articulaciones), glóbulos rojos, huesos y dientes, favorece la absorción del hierro de los alimentos y previene la actividad negativa de los radicales libres, que envejecen la organismo.
Vitaminas del grupo B :
se trata de un grupo de vitaminas imprescindibles para el buen funcionamiento del sistema nervioso. De este grupo, la granada destaca por su contenido en vitamina B9, o ácido fólico, que interviene en la producción de glóbulos rojos y blancos, en la síntesis de material genético y en la formación de anticuerpos del sistema inmunológico, así como en niacina , o vitamina B3, que favorece el funcionamiento del sistema digestivo, ya que actúa en la conversión de los alimentos en energía.
En cuanto a los minerales :
Potasio y calcio : el primero es un mineral imprescindible para la transmisión y generación del impulso nervioso y la actividad muscular normal, y evita los calambres en las extremidades. Además, interviene en el equilibrio de agua dentro y fuera de la célula. Y el calcio es el mineral más abundante del cuerpo. Su función principal es la de ayudar a construir y mantener huesos y dientes, al tiempo que interviene en los procesos de coagulación sanguínea.
Magnesio : se relaciona con el funcionamiento del intestino, los nervios y los músculos y, además, forma parte de los huesos y dientes, mejora la inmunidad y posee un suave efecto laxante.