Desde que en 1238 el rey Muhammad I puso sus primeras piedras, este conjunto arquitectónico empezó ya a destacarse como uno de los más imponentes del mundo. Cada patio, cada habitación, cada palacio, cada jardín, tiene un sello característico, una nota de poesía inscrita en sus paredes en forma de grabados, enrejados, aguas y flores.
La entrada más clásica es aquélla a la que se accede desde el centro de Granada, subiendo la cuesta de Gomerez. Bajo la Puerta de la Justicia que da entrada a todo el conjunto, se juzgaban los asuntos del pueblo. Según reza en el mismo arco, fue construida por Yusuf I , y terminada en el año 1348.
Esta torre de la Justicia se caracteriza
por su doble arco abovedado en ladrillo, en los que rezan menciones
alusivas al poder de Alá. Una vez que atravesamos esta puerta, nos
encontramos dentro con tres zonas claramente diferenciadas: la parte de
la Alcazaba, alojamiento de la guarnición militar que se encargaba de defenderla, y parte más antigua de todo el conjunto; la zona de los Palacios Nazaríes, que es el auténtico corazón de la Alhambra, por su belleza y su importancia, y los jardines del Generalife. También es de gran belleza y digno de visitar el palacio de Carlos V.
La Alcazaba:
Una vez atravesamos la Puerta de la Justicia, llegamos a la Plaza de los Aljibes, desde donde podremos acceder a la parte fortificada y a la zona de los palacios. Destacar de esta zona sobre todo la Torre y su Patio de las Armas y la Torre de la Vela. Ésta se alza como un gran baluarte sobre la ciudad de Granada, que queda empequeñecida allí a sus pies. Asomados a ella obtendremos unas maravillosas vistas de todo el barrio del Albaicín. Hasta hace muy poco, su campana sirvió de toque para que al anochecer los agricultores de la vega recogieran y se marcharan a casa.
Los Palacios Nazaríes
Pero si la parte de la Alcazaba nos
muestra unas vistas incomparables de toda la Vega granadina, la zona de
los Palacios nos ofrece todo un enjambre de arte y belleza. Y es que
cada una de sus salas se merece un apartado; una parada; una admiración;
una fotografía. Yusuf I reedificó el Cuarto Dorado y
el Mexuar, la primera sala que nos encontraremos, y que tantas
transformaciones ha sufrido a lo largo de los siglos. Aquí tenía su sede
el gran tribunal del reino. En el centro de la sala hay cuatro columnas
mozárabes que se alzan hasta el techo, de época cristiana. Las paredes
están cubiertas de azulejos y en ella está el escudo de Carlos V.
Destaca una balaustrada en madera que da pie al coro de la sala.
Si hay algo que destaque de la obra que
nos legó Yusuf I, ese fue sin duda el Palacio de Comares, la que fue su
residencia oficial en la Alhambra. Sus paredes
alicatadas en zócalos y los motivos de yesería que la adornan son
auténticas maravillas, que se tranforman en admiración, cuando las
atravesamos para entrar en el Patio de los Arrayanes. En él se
encuentran, sin duda, muchos de los grandes logros del arte nazarí. En
su centro, un precioso estanque refleja las columnas que lo rodean; sus
paredes fueron decoradas con yesería en formas geométricas, y en ellas
abundan las oraciones dirigidas a Alá. Su nombre se lo debe a los
macizos de arrayanes que bordean el estanque, y cuyo color verde
contrasta sobremanera con el mármol blanco del suelo del patio.
Patio de los Leones |
Mohammed V, hijo de Yusuf I, nos legó
otra de las grandes obras del conjunto; la que quizás sea el símbolo más
conocido de la Alhambra: el Palacio de los Leones y su
famoso patio. Este palacio es la parte más barroca de todo el recinto. Y
aún así, su luz, su colorido, su ambientación, invita a la reflexión, a
la paz, a la tranquilidad; y es que tanto el Palacio, como su Patio
fueron construido con esa idea: la del descanso. Debe el nombre a los
doce leones surtidores de la fuente que ocupan el centro del patio y que
se creen pertenecieron a un potentado judío. Reza en la misma fuente
del Patio, los siguientes versos, escritos por uno de los muchos poetas
que por aquel entonces habitaban la Corte:
Es un amante cuyos párpados rebosan de lágrimas,
lágrimas que esconde por miedo a un delator.
¿No es, en realidad, cual blanca nube
que vierte en los leones sus acequias
y parece la mano del califa, que, de mañana,
prodiga a los leones de la guerra sus favores?
lágrimas que esconde por miedo a un delator.
¿No es, en realidad, cual blanca nube
que vierte en los leones sus acequias
y parece la mano del califa, que, de mañana,
prodiga a los leones de la guerra sus favores?
A los lados del patio son dignas de
visitar la Sala de los Abencerrajes y la de las Dos Hermanas, quizás una
de las más bellas de todo el Palacio.
Cruzando la Sala de los Abencerrajes,
llegamos hasta las habitaciones de Carlos V, compuestas por seis salas,
de las cuales, cuatro, fueron habitadas a mediado del siglo XIX por el
escritor Washington Irving, quien escribió sus “Cuentos de la Alhambra”.
Por último, mencionar los no menos
conocidos Jardines del Partal, construidos en escalones, y entre los que
se levanta, esbelta, la Torre de las Damas.
El Palacio de Carlos V
Justo a la entrada de los Palacios nos encontramos con su Palacio,
inciado en el año 1526. El edificio se encargó al arquitecto Pedro
Machuca, y está levantado en estilo renacentista. Destacar de él,
principalmente, su patio circular de 31 metros de diámetro.
Los Jardines del Generalife
Aconsejo el dejar los jardines para acabar la visita. Y es que pasear por ellos es un momento de tranquilidad
incomparable. Son tan bellos, tan coloridos, tan refrescantes, que
gusta olvidarse de todo el cansancio, de todo el estrés del día
absorbiendo sus olores; admirando sus colores; sintiendo sus rincones.
Ver caer el día entre sus muchos árboles y flores es una sensación
inolvidable.
Construidos en el siglo XIV, el Patio de la Acequia
es su parte más importante. Compuesto por arrayanes, cipreses, naranjos
y rosales, enmarcan a una larga acequia que a lo largo cruza el patio,
entre surtidores de agua cristalina. En cada extremo de la acequia, dos
pequeñas fuentes en forma de taza. Con el otro, el patio de los Cipreses,
corre una leyenda. Bajo una de sus cipreses, el denominado de la
Sultana, se veía la mujer de Boabdil con uno de sus caballeros
abencerrajes, lo que provocó la muerte de los señores de esta tribu, que
fueron degollados por orden del Sultán.
Su magnífica estampa; su significado en
la historia de nuestro país; su belleza; su arte, su poesía, le ha
valido que haya sido nombrada candidato a figurar entre las nuevas 7 maravillas del Mundo.