Los embajadores', de Hans Holbein el Joven | Crédito: Wikipedia. |
Una fama que se ha ganado no sólo por excelente calidad artística —es un magnífico retrato renacentista—, sino también por su complejo simbolismo, y en especial por un singular "objeto" que aparece representado entre los pies de las dos figuras.
Durante mucho tiempo los especialistas se preguntaron acerca del significado de esa extraña "mancha informe", hasta que descubrieron que se trataba, ni más ni menos, que de un cráneo humano, "oculto" a simple vista mediante una compleja técnica óptica conocida como anamorfosis.
El significado de este cráneo oculto a simple vista puede ser variado, desde una especie de firma del artista (en alemán 'Hohle bein' significa "hueso hueco") hasta una 'vanitas', un recordatorio de la fugacidad de la vida.
Detalle del cráneo, con la perspectiva corregida | Crédito: Wikipedia. |
En cualquier caso, la sorprendente obra de Holbein es un magnífico ejemplo de una práctica que, desde comienzos del siglo XVI, se populariza entre algunos pintores, deseosos de demostrar su dominio de la perspectiva y las técnicas ópticas.
En algunas ocasiones estos "artificios" artísticos eran meros divertimentos de los artistas o de sus mecenas, simples juegos con los que demostrar las maravillas del arte y de la naturaleza. Sin embargo, en otros también pudieron utilizarse para ocultar ante ojos indiscretos mensajes críticos de carácter político o religioso.
La pintura de Holbein es sin duda el ejemplo más famoso en la historia del arte, pero no es el único. Otros artistas pusieron en prácticas estas técnicas con resultados igualmente sorprendentes.
Retrato de Jean François Niceron | Crédito: Museo Galileo |
De hecho, el fraile francés —que viajó por buena parte de Europa y ejerció como docente en Roma—, formó parte del llamado Círculo de Mersenne, un grupo de eruditos e intelectuales del siglo XVII formado en torno a la figura de otro religioso científico, el padre Marin Mersenne.
En este círculo, también conocido como 'Academia Parisiensis', se encontraban figuras de la talla de Descartes, Fermat o Hobbes. Con semejantes amistades, no es extraño que Niceron estuviera siempre al tanto de las últimas novedades científicas sobre las disciplinas en las que estaba más interesado.
Gracias a este notable aprendizaje y curiosidad, el fraile mínimo publicó a sus 25 años un libro (el 'Thaumaturgus Opticus') sobre óptica y su aplicación en las artes a través de la perspectiva, y algunos años después un completo tratado de cuatro volúmenes, 'La perspectiva curiosa', en el que desvelaba el secreto de la anamorfosis y los trampantojos.