¡Feliz cumpleaños, mamá!
Este poema lo escribí para ti.
Gracias por todo tu amor.
Te quiero mucho.
EN LA ORILLA DEL TIEMPO
Tuya la luna
vientre fecundo de una nueva vida
míos los cielos
rompiéndolos buscando amanecer.
J.P.
Te estoy mirando ahora
desde el umbral del verso,
duplicando reflejos
desde la densa niebla,
y te veo en la casa
-de mágicos recuerdos-
con tu tiempo ocupado,
sin misterios ocultos,
inventándome el mundo
con palabras sin rejas,
amasando el futuro
con caricias ligeras.
Te estoy mirando y vuelven
las noches de verano
bajo la antigua parra;
los ecos del pasado
-verdecidos de plantas-
en el largo cantero,
habitando por siempre
al sur de la memoria,
mientras que, protectora,
tu presencia constante
era refugio íntegro
que todo lo abarcaba.
Te estoy mirando y siento
aquellas manos cálidas
que ondularon mi mundo,
que se hizo en tu voz
esperando despacio
con tu ejemplo de guía,
y hoy me veo a mí mismo
reflejado en tus ojos,
volviendo a la niñez
con la luz ya cansada,
reviviendo paisajes
que serenan historias.
Te estoy mirando y veo
como en el horizonte
la memoria se vuelve
alondras en revuelo,
extornando momentos
de un azulado ayer,
soslayando regresos
de sueños replegados.
A veces, sin embargo
sólo veo tus manos
sobre mi corazón
en la orilla del tiempo.
Con la tragedia intacta
de su lenta agonía
más allá de nosotros;
con el sonido a lluvia
en las noches de invierno
disfumando latidos,
con las risas furtivas
-que ahora son olvido-
viviendo en su garganta.
En la casa paterna,
doblegada de heridas,
sólo quedan recuerdos.
Eran nuestros los pájaros
que cantaban sin miedo
rompiendo en la alborada
los fulgores del cielo,
las luces primigenias.
Pero hoy, madre querida,
quedan pocas estelas
donde el canto vibrara,
tan sólo deshojadas
jacillas de la infancia,
laberinto de huellas
de un ayer sin mañana.
a mi Mamá
Este poema lo escribí para ti.
Gracias por todo tu amor.
Te quiero mucho.
EN LA ORILLA DEL TIEMPO
Tuya la luna
vientre fecundo de una nueva vida
míos los cielos
rompiéndolos buscando amanecer.
J.P.
Te estoy mirando ahora
desde el umbral del verso,
duplicando reflejos
desde la densa niebla,
y te veo en la casa
-de mágicos recuerdos-
con tu tiempo ocupado,
sin misterios ocultos,
inventándome el mundo
con palabras sin rejas,
amasando el futuro
con caricias ligeras.
Te estoy mirando y vuelven
las noches de verano
bajo la antigua parra;
los ecos del pasado
-verdecidos de plantas-
en el largo cantero,
habitando por siempre
al sur de la memoria,
mientras que, protectora,
tu presencia constante
era refugio íntegro
que todo lo abarcaba.
Te estoy mirando y siento
aquellas manos cálidas
que ondularon mi mundo,
que se hizo en tu voz
esperando despacio
con tu ejemplo de guía,
y hoy me veo a mí mismo
reflejado en tus ojos,
volviendo a la niñez
con la luz ya cansada,
reviviendo paisajes
que serenan historias.
Te estoy mirando y veo
como en el horizonte
la memoria se vuelve
alondras en revuelo,
extornando momentos
de un azulado ayer,
soslayando regresos
de sueños replegados.
A veces, sin embargo
sólo veo tus manos
sobre mi corazón
en la orilla del tiempo.
Con la tragedia intacta
de su lenta agonía
más allá de nosotros;
con el sonido a lluvia
en las noches de invierno
disfumando latidos,
con las risas furtivas
-que ahora son olvido-
viviendo en su garganta.
En la casa paterna,
doblegada de heridas,
sólo quedan recuerdos.
Eran nuestros los pájaros
que cantaban sin miedo
rompiendo en la alborada
los fulgores del cielo,
las luces primigenias.
Pero hoy, madre querida,
quedan pocas estelas
donde el canto vibrara,
tan sólo deshojadas
jacillas de la infancia,
laberinto de huellas
de un ayer sin mañana.
a mi Mamá
© Julio Pavanetti