Borrachera de vivir
de ladydark
Apenas ayer escribía sobre la necesidad de hablar de mi entre estas hojas sueltas del cuaderno olvidado. Hoy me da la oportunidad un candil que brilla entre las demás luces que me acompañan. Quizás sea por su humildad o, tal vez, porque el aceite que prende en su interior nunca deja de fluir. Blas de Otero me empuja a escribir, llega calladamente a mis manos este poema suyo:
Dentro de poco moriré.
El zafarrancho de mi vida
toca a su fin. El alma está partida,
y el cuerpo a punto de partir. Lo sé.
Amé la vida, sin embargo.
Bien sabes tú que la amé mucho.
Aunque me expulsen de la vida, lucho
aún. Ancho el amor y el dolor largo.
Veo los ríos, me conmueven.
Contemplo un árbol, quedo absorto.
El mar inmenso me parece corto
de luces frente a muertos que se mueven.
He caminado junto al hombre.
Participé sus arduas luchas.
Muchos han sido los fracasos; muchas
más las conquistas que no tienen nombre.
Dentro de poco moriré.
Aqui esta todo mi equipaje.
Cuatro libros, dos lápices, un traje
y un ayer hecho polvo que aventé.
Esto fue todo. No me quejo.
Sé que he vivido intensamente.
(Demasiado intensamente.) Enfrente
está el futuro: es todo lo que os dejo.
(“Penúltima palabra” del poemario “Hojas de Madrid con La galerna”)
Estos versos forman parte del legado inédito de Blas de Otero a su muerte. Han esperado treinta años desde su desaparición para ver la luz. Su último amor,Sabina de la Cruz, ha sido la editora y por fin, en el 2010 ha sido publicado. Escribía el autor a Sabina: “Cuando yo muera, tú te sentarás a la mesa con el pelo entrecano releerás mis papeles, mis cuadernos, mis desdichas”. Y Sabina cumplió las palabras de Blas de Otero.
Yo creo que todos quisiéramos dejar palabras como estas escritas en tinta indeleble en nuestras vidas, conmover el corazón de los demás con ellas y sentir que hemos vivido demasiado intensamente.
Mediada mi vida (siendo sinceros seguramente traspasado ese umbral de la mitad, el tabaco y el estrés no ayudan a alargar los años por vivir) reflexiono sobre ella. No sé si he vivido intensamente, sólo puedo decir que nunca dejé pasar una oportunidad, y si así ocurrió, es que no era “mi oportunidad”.
He conocido los pozos negros que siempre tienen salida y los amaneceres brillantes que están cercados de sombras. He caído mil veces y mil una me he levantado para empezar de nuevo, he bebido las doscientas copas del dolor y las cuatrocientas de la dicha (siempre puedo contar más alegrías que penas). Y lo mejor de cuando miro atrás es saber cuanto queda por delante, saber que el camino aún me aguarda con otras mil aventuras y desventuras, que aún me quedan muchas copas que beber en esta borrachera que es vivir.
Y tampoco sé la razón pero en esta mañana de frío de enero, esos días en que menos apetece abrir las ventanas para que no escape el calor de la casa, me he levantado y he corrido los postigos de mis ventanas, la luz ha entrado levantando la oscuridad de los rincones y cuando el sol se reflejaba nítido en las paredes, he abierto de par en par las ventanas dejando que el soplo fresco del aire de este invierno borrara todo el polvo acumulado en los muebles. Y he sentido la necesidad de contarlo…
¡Qué cosas! .