Motacilla alba
Fotos de Franchi en la Huerta de Esteve. |
- Resulta bien conocida la Lavandera Blanca Motacilla alba. Su plumaje gris, negro y blanco es inconfundible, pero más todavía lo son sus actitudes cuando la observamos en el suelo de campos, carreteras, caminos y tejados. Un macho adulto en primavera tiene la cabeza negra, contrastando bien con la frente, lados de la cara y una amplia zona alrededor de los ojos de color blanco. La nuca es también negra y queda cortada en la espalda gris que llega hasta la parte más baja del obispillo o rabadilla donde algunas plumas tienen las puntas negras. Los bordes blancos de las plumas cobertoras dan la apariencia de que las alas de este pájaro tienen dos barras cada una de color blanco que se difumina algo ante las plumas secundarias con bordes blancos. El mentón, la garganta y parte superior del pecho son negros y el resto de las partes inferiores blanco puro. A menudo, sin embargo, hay un matiz grisáceo en los flancos. La cola es muy larga, de 82 a 93 mm,., tiene color negro y las rectrices externas son blancas. Las patas y los pies son negros, así como el pico. Los ojos tienen un tono pardo negruzco. En el otoño e invierno desaparece el color negro de la garganta y mentón, quedando una mancha en la parte superior del pecho que con frecuencia recuerda a una media luna. También el píleo pierde intensidad y hay en él matices grisáceos.
La hembra posee un plumaje menos contrastado y el color negro de la cabeza es en ella simplemente grisáceo oscuro, lo mismo que la garganta. También en la espalda pueden notarse matices parduzcos. En el otoño e invierno es aún más apagado el plumaje y el blanco de la frente, cara, garganta y paredes inferiores tiene un acusado tinte gris. Hay también variaciones en la coloración dependientes de la edad de los pájaros. Los jóvenes en su primer invierno tienen una considerable proporción del plumaje matizado de pardo y, en general, falta el color negro de los adultos, sobre todo en el píleo que es gris como el de las hembras.
Tanto se puede escribir de la Lavandera Blanca, uno de los pájaros más populares en el norte Ibérico, que resulta difícil aunque sólo sea resumir aquí una pequeña parte de su conducta. Lo primero que llama la atención del observador es el movimiento de la larga cola. La mueve arriba y abajo o la despliega mostrando el color blanco de la pareja de rectrices exteriores. Corre por el suelo llevando adelante y atrás la cabeza en una acción característica y que efectúan de la misma manera todas las especies de lavanderas. De carácter muy inquieto se mueve a uno y otro lado, recogiendo del suelo cualquier pequeño insecto o corriendo tras él e incluso, a menudo, levantando el vuelo y efectuando en el aire una rápida cabriola para capturarlo. La mayoría de sus acciones son acompañadas con un grito breve, fuerte y a veces áspero. Vuela con potencia, marcando en el aire prolongadas ondulaciones, llevando las alas plegadas junto al cuerpo. Se posa en el suelo con preferencia, pero también en postes, cercas, alambres, cables del tendido eléctrico, rocas, tejados, chimeneas, poco en árboles y arbustos, pero no los rehusa, sobre todo si están desnudos de hojas o secos. Se la ve solitaria a veces, pero mucho más corrientemente en parejas y fuera de la época de la reproducción es gregaria, en especial a la hora de dormir, concentrándose grandes cantidades en un posadero o dormidero tradicional. Camina incansable por los campos entre el ganado que pasta, picoteando en las deyecciones, en las huellas, agujeros, bordes de charcas, ciénagas, estiércol amontonado y en todos los lugares donde se concentren mosquitos y otros insectos. Algunas lavanderas tienen tendencia a posarse en la espalda de vacas y bueyes y muchos nombres vernaculares se refieren a la costumbre que estos pájaros tienen de estar siempre junto a aquellos animales.
Habita con preferencia lugares húmedos y las parejas durante el otoño e invierno son muy fieles a un pequeño territorio y no admiten la presencia de otra en el mismo lugar. No dudan en penetrar en el agua, pero evitan mojar las plumas al caminar, aunque se bañan a menudo. Casi siempre permanecen cerca de lugares habitados, granjas, edificios, parques de no denso arbolado, calles de poblaciones, orillas de las playas, arroyos, regueros y en general campiña abierta con escaso arbolado y rehuyendo zonas sombrías. Desde septiembre-octubre hasta la primavera, las lavanderas que durante el día vagan dispersas por la campiña, se van congregando en dormideros que habitualmente están situados en carrizales, arboledas, enredaderas, viejos edificios, cables del tendido eléctrico, etc. Con frecuencia las reuniones de lavanderas superan varios centenares y aun millares. La llegada a los dormideros se produce a partir de la puesta del sol y resulta curioso comprobar que los pájaros siguen invariablemente la misma ruta volando desde los extensos campos donde han pasado el día, posándose previamente en carreteras y caminos en los que se aprecia una animación inusitada.
No prodiga mucho el canto, aunque puede ser escuchado intermitentemente todo el año. Más fuerte desde luego a partir de febrero hasta mayo. Lo emite desde el suelo o en un posadero alto qué con frecuencia es el tope de un poste o un cable. Emite un gorjeo agradable en el que están mezcladas notas de llamada y trinos cortos. A menudo canta en vuelo y también desde la esquina del alero de un edificio. Sin embargo, llama más la atención una nota repetida a intervalos ¡¡chi-ssit!! o la misma más corta y un poco más áspera. Si se alarma se hace muy aguda y cuando alguien se acerca al nido lanza un fino ¡¡chiik!! No es infrecuente que varias lavanderas canten a coro, situación que se produce sobre todo en los meses de febrero y marzo, antes de que abandonen los dormideros invernales.
Se alimenta fundamentalmente de insectos. Los captura en todas partes, a la vez que camina por el suelo picoteando a derecha e izquierda. Lo mismo sobre la superficie de aguas someras que en plantas, hierba, estiércol, etc. Los tábanos son un buen bocado en zonas ganaderas de Castilla y León para estas lavanderas, pero no hay allí una concentración de estos pájaros suficiente como para que estos molestos insectos desaparezcan. No desdeña larvas y pequeños moluscos. A menudo se la puede ver comiendo a la luz de los potentes focos que ahora hay instalados en las calles de las ciudades. Muchas veces lo hacen volando alrededor de las luces que hay cerca de los dormideros.
En los últimos días de febrero comienzan a formarse las parejas. El cortejo de los machos a las hembras antes del definitivo emparejamiento se desarrolla normalmente en el aire. Cada hembra es perseguida por dos o tres machos en un vuelo errático y en el que ninguno parece tener realmente deseos de acercarse al otro. En el suelo, el macho que parece dominar la situación se aproxima a la hembra y en una postura agachada infla la negra garganta. Inesperadamente se acerca más siguiendo una línea en zig-zag, abriendo las alas y desplegando la cola. A menudo una de las alas, la que está al lado de la hembra, cuelga como si estuviera rota y la cola es dirigida hacia aquel mismo lado. La hembra mientras tanto se agacha, eleva el pico entreabriéndolo, despliega la cola y sus alas tiemblan intensamente. Estas acciones duran no más de un minuto y en este intervalo el macho se acerca y aleja de su pareja caminando erráticamente como si hubiera perdido el sentido de la dirección.
La Lavandera Blanca anida normalmente en agujeros de muros a baja altura y muy a menudo cerca del agua, en grietas de puentes, taludes arenosos, nidos viejos de aviones zapadores Riparia riparia, en tejados de edificios lo mismo en casas de campo que en ciudades, al pie de chimeneas, en enredaderas, hiedra, nidos abandonados en arbustos, en el, suelo de un campo de cultivo. También en desagües, bocas de alcantarillas y colectores, alguna vez en árboles y no pocas usando nidos de Avión Común Delichon urbica.
La hembra construye ella sola el nido utilizando material muy diverso que incluye tallos, ramitas, hojas, raicillas y musgo. Con él forma un cuenco no precisamente muy artístico y lo forra con pelo, plumas y lana. Las primeras puestas pueden ser encontradas en los últimos días de abril, pero más corrientemente en la primera quincena de mayo. Existen, sin embargo, excepciones y algunas se han descubierto en la primera quincena de abril. En marzo son muy raras. Cada puesta consta habitualmente de 4-6 huevos. Muy a menudo 5 y las mayores de 7 y 8 existen, pero son ocasionales. Algunas se han visto de 9 y 10 huevos podían corresponder a dos hembras utilizando el mismo nido. Jourdain considera que las de 11 huevos (subespecie yarrellii) pertenecen posiblemente a dos hembras. Harrison (1975) admite alguna de 3 y Verheyen señala extremos de 3 y 7 huevos.
Para 100 huevos de la subespecie alba, Jourdain y Rey obtuvieron un promedio de medidas de 20,4 x 15,1 mm. con un máximo de 21,5 x 15 y un mínimo de 18 x 15 mm. Verheyen en Bélgica encuentra para 100 huevos un promedio de 20,1 x 15 mm. Niethammer en Alemania da para 71 huevos un promedio de 20 x 17 mm. D'Almeida en Portugal encuentra en 28 huevos una media de 20,5 x 14,8 mm. con extremos, de 19,5 a 21 x 14,1 a 15,4 mm. Generalmente el color es gris azulado pálido, punteados de gris plomizo o pardo claro con notable densidad que en algunos se acumula en el extremo más ancho. Otros son casi blancos o pajizos, con apenas puntos oscuros en su superficie, que suele ser lisá y brillante.
La incubación dura 12 días (12-14 días, Verheyen y Harrison) y la hembra efectúa la mayor parte del trabajo, pero es sustituida en cortos períodos por el macho. Sucede a menudo que en algunas parejas ambos, macho y hembra, se alternan con regularidad en la incubación. Los pollos al nacer están cubiertos con un plumón de color gris, ralo en algunas zonas del cuerpo. El interior de la boca es amarillo anaranjado y no hay puntos oscuros en la lengua. Las comisuras son amarillo pálido.
Las lavanderas ceban a los pollos con insectos pico a pico y ambos padres lo hacen con mucha intensidad de manera que aquéllos se desarrollan con rapidez y a los 14-15 días salen del nido y se ocultan entre la vegetación. Si el nido está en el suelo y aunque no sean molestados, pueden dejarlo a los 12 días. No así los que están dentro de agujeros o en tejados o sobre el agua. En estos casos los pollos corrientemente permenecen en ellos hasta 16-17 días. Después de salir del nido la primera pollada del año es atendida solamente por el macho ya que a menudo la hembra ha iniciado una segunda puesta. Las que se encuentran a partir de junio ya son segundas y los nidos encontrados en agosto corresponden a una tercera. En zonas frías, sin embargo, parece improbable la posibilidad de una segunda nidificación.
La Lavandera Blanca Motacilla alba alba es la subespecie que vive en la Península Ibérica con muy variable densidad. En la zona cantábrica es pájaro en general numeroso que llega a ser abundante en determinados núcleos rurales. No asciende mucho en altitud y es rara a más de 1.000 metros. Deben darse para ello condiciones óptimas de biotopo. En el resto de Iberia es cada vez más escasa cuanto más al Sur. Las parejas entonces se muestran muy dispersas y encontrar una es una novedad. Como es pájaro que se posa siempre al descubierto y frecuenta en toda época caminos y carreteras, su presencia es fácil de detectar. En Europa vive en todos los países, pero igualmente su densidad es muy variable. Alcanza Islandia, Islas Fároe, Jan Mayen, Kolguiev y Nueva Zembla en pleno Artico. En las Islas Británicas se reproduce abundantemente otra subespecie Motacilla alba yarrellii, denominada aquí Lavandera Blanca Enlutada, que se diferencia bien por tener la espalda negra, color que aunque más atenuado, también se aprecia fácilmente en el otoño e invierno. Con esta subespecie sucede que en la actualidad se está extendiendo por costas europeas próximas a las de Gran Bretaña. Así ya hay yarrellii reproduciéndose en el sur de Noruega, Dinamarca, Alemania (playas), Holanda, Bélgica e Islas del Canal de la Mancha. No debe ser descartada la posibilidad de hibridación alba-yarrellii como ya se ha mencionado en Francia (muy esporádicamente, Mayaud, 1941) y en el sur de Inglaterra donde yarrellii y alba sobreponen sus hábitats (Davis, 1966).
Probablemente una parte importante de la población de lavanderas blancas ibéricas es sedentaria, pero el erratismo de otoño e invierno debe ser acusado, en especial entre los jóvenes del año. Estos, en cuanto son capaces de valerse por sí mismos vagan por la campiña, carreteras, caminos, arroyos, etc., con frecuencia a considerable distancia de su lugar de nacimiento. Esta dispersión postnupcial no impide que la mayoría vuelvan a anidar al siguiente año al mismo lugar o a uno próximo. Probablemente también los adultos, en menor grado, por supuesto, están sometidos a movimientos estacionales que el anillamiento pondrá al descubierto. Incluso no debe descartarse que alguna de nuestras lavanderas alcance los países africanos del Africa Tropical Occidental.
Las poblaciones de lavanderas que viven en altas latitudes europeas, especialmente islandesas y escandinavas son netamente migradoras. Las de Islandia emigran a partir de los últimos días de julio hacia el SurSudeste atravesando las Islas Birtánicas, Francia Occidental y la Península Ibérica. En ésta, su llegada es francamente occidental con preferencia por las costas occidentales Cantábricas y Atlánticas de Galicia y Portugal. Probablemente muchas vuelen directamente hasta Portugal y Marruecos desde aquella lejana Isla. Bernis (1971) recoge cuatro recuperaciones en Iberia de lavanderas islandesas y no descarta la posibilidad de que algunas de esta procedencia queden a invernar aquí, aunque las recuperaciones citadas se refieren a meses de primavera y otoño (2 en Cádiz, 1 en Ceuta y 1 en Estremadura portuguesa). También hay que añadir que las llegadas de lavanderas blancas islandesas no son infrecuentes con vientos del Nordeste a bordo de los buques meteorológicos estacionados en pleno Atlántico. En Africa se registran recuperaciones de aves islandesas hasta Mauritania (diciembre) y Senegal (noviembre y diciembre). Muy interesante es el retorno de una lavandera anillada en febrero en el Bajo Senegal que es recuperada en mayo siguiente en Islandia (Bernis, 1971). Una enorme masa de lavanderas europeas llega a partir de los últimos días del verano a Iberia en paso para el Africa Tropical donde invernarán. Balsac y Mayaud (1962) y Smith (1965) la citan como invernante copioso en Marruecos hasta el mismo límite del desierto. En Senegal (Moret y Roux,1966) señalan su llegada a partir del 20 de septiembre, viéndose ya alguna en los primeros días del mes. La mayoría llegan en octubre y permanecen hasta marzo siguiente, ocupando un hábitat similar al que tienen en Europa, buscando la proximidad de las viviendas humanas y el agua. El anillamiento ha puesto de manifiesto retornos invernales a la misma zona. Mauritania, Gambia, Ghana, Mali, Nigeria, Tchad, etc. tienen en el invierno una notable población de lavanderas europeas que frecuenta los campos de arroz.
Motacilla alba yarrellii inverna con preferencia en las costas Cántabro-Atlánticas de España y Portugal. A partir de los últimos días de septiembre son fáciles de observar en todas las playas y campos costeros. El paso se acusa bien en el Cantábrico y Galicia donde son más numerosas en octubre-noviembre y en febrero. Más invernantes se ven en las costas del Sudoeste portugués y probablemente en las atlánticas de Marruecos donde sin embargo, se la considera como rara (Balsac y Mayaud, 1962). Dos anilladas en Gran Bretaña fueron recuperadas allí (Port Lyautey) en enero y (Mazagan) en febrero. La mayoría de las recuperadas yarrellii en Portugal procedían del centro y sur de Inglaterra (Davis, 1966) mientras las que se capturan en Francia de la misma raza tienen su origen en Escocia y norte de Inglaterra. Esto no excluye que algunas alcancen zonas alejadas de su cuartel de invierno que consideramos típico. Esporádicas capturas y observaciones se señalan en Cataluña, Baleares, Suiza, Italia, Sicilia, etc. (Bernis, 1971) Con todo esta raza es parcialmente migra dora y algunas, no una población despreciable, permanecen en las Islas Británicas durante el invierno. Las recuperaciones de lavanderas yarrellii en Iberia están en función también de la presión que ejercen los escopeteros y pajareros en algunas zonas. Con ser grande aquélla en la zona Cantábrica no puede igualar en modo alguno la despiadada caza de pajarillos que se efectúa en Portugal y en la muy próxima zona del País Vasco francés, en especial en Las Landas. Consecuentemente la acumulación allí de recuperaciones de anilladas inglesas es muy grande. Sin embargo, las observaciones en las costas Cantábricas son constantes, y en determinados días de febrero y primeros de marzo el paso por las playas es notorio. Las lavanderas se mantienen dispersas a partir del mediodía y vuelan en las primeras horas de la mañana.
Se ha considerado siempre a la Lavandera Blanca como migrador diurno. De hecho sus vuelos son visibles desde el amanecer y la actividad puede continuar a la caída del sol. Pero puede haber ciertas dudas respecto a que algunas no efectúen vuelo nocturno desde que en zonas donde al caer la noche no se observaba ninguna, al amanecer se ven y oyen muchas, presumiblemente migrantes recién llegadas. Esto concretamente sucede con yarrellii. Las que se ven en las playas son más de las que se observan en vuelo de migración desde lugares estratégicos de la costa Cantábrica.
Especie copiosamente anillada en todos los países europeos, ha proporcionado muchas recuperaciones en la Península Ibérica. Singularmente destacan Andalucía, Portugal, País Vasco y Levante. Las fechas de captura indican claramente la importancia que como cuartel de invernada tiene Iberia. Octubre y noviembre acusan una intensa llegada y las recuperaciones no descienden hasta el mes de marzo. Todavía en abril vuelan muchas hacia el Norte y parece (Bernis, 1971) que el paso primaveral transcurre más al Este que el de otoño.
Fotos de Franchi
Texto : Pajaricos.es