Hace cien años, el noruego fue el primero en colonizar el punto más meridional del planeta, en frenética carrera con el inglés Robert Scott en la que estaba en juego el orgullo nacional. Cuchillos de hielo, tormentas y condiciones extremas, el escenario de la proeza.
Rodeados de hielo y nieve, con un equipo precario en comparación con los actuales y haciendo frente a uno de los mayores desafíos físicos a los que jamás se ha sometido el ser humano. Alimentándose a base de los perros de los trineos para sobrevivir al hambre y con un reto nunca antes superado, el noruego Roald Amundsen conquistó el Polo Sur después de un año de expedición.La hazaña tuvo lugar el 14 de diciembre de 2011. Cien años después, Noruega recuerda a uno de sus héroes más emblemáticos. El acto heróico no estuvo libre de cierta improvisación, ya que la meta inicial de Roald Amundsen era la conquista del Polo Norte. Sin embargo, el explorador Robert Edwin Peary se le adelantó incluso antes de que su barco partiera. Amundsen quería hacer historia y no le servía con que su nombre quedara grabado por ser segundo en cometer una proeza. La historia es para los héroes, los primeros, los únicos.
Inexpugnable e inexplorado. Así se mostraba el Polo Sur a los ojos de la humanidad. Un apetitoso reto para un aventurero nato. Los planes comenzaron a ser trazados una vez instalados en la plataforma de hielo bautizada como Ross. Las temperaturas y los vientos intempestivos no frenaron el ansia del noruego, que detalló la ruta a seguir para la conquista del punto más meridional del planeta.
Los trineos comenzaron a deslizarse por la nieve en septiembre, coincidiendo con la primavera del Polo Sur. A lo largo del trayecto fueron abasteciéndose de la comida que habían ido repartiendo en puntos estratégicos. 1.300 kilómetros con tormentas de hielo impenetrables, escarcha de hielo afilada como cuchillos y con disputas entre los miembros de la expedición.
Una carnicería en el Polo Sur
La Carnicería es el nombre con el que denominaron al último campamento, tomando el nombre de la matanza de perros que tuvo lugar en ese lugar. De los 52 perros de la expedición, 24 fueron sacrificados para poder alimentar al resto de animales y a los propios aventureros en el viaje de regreso.
A todas estas hazañas en busca de la supervivencia había que añadir un grado aún más de dificultad: el orgullo. No se trataba del orgullo personal de Roald Amundsen, sino del de toda una nación. Robert Scott, explorador británico, trató de arrebatar al noruego el honor de ser el primero en plantar la bandera de su país en una aventura tan trepidante como cuando Neil Armstrong puso el pie en la luna.
Finalmente, y cien años después del acontecimiento, el nombre del noruego ha quedado grabado a fuego en la historia: Roald Amundsen, primer ser humano en conquistar el Polo Sur.
Gonzalo Araluce Martín