Sexo, drogas y Rock & Blog.
Shakira: porno con ropa (y poca ropa)
07 JUN 2011 01:16
El otro día fui a ver a Shakira en Madrid. Yo no quería, pero un amigo nos daba un pase vip y vino tinto. Hubo que acercarse.
Resumiré: podríamos divagar acerca de sus poses a lo Axl Rose, su guiño a EMF (cameo de 'Unbelievable'), su rollo muñeca de Jesmar y sus modelitos. Todo sería marear la perdiz.
Es la segunda vez que la veo y prácticamente sólo existe una cosa en un espectáculo de Shakira, y son las ingles de Shakira, esa vulva (porque habrá que imaginar que está ahí) que centrifuga como una lavadora, que mastica a la concurrencia como las mandíbulas de un tiburón, que atrapa como una vagina dentada.
Hete aquí: puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que el 90% del espectáculo reside ahí: en la entrepierna de la señorita, el bajo vientre que a veces contagia una expresión como orgásmica a su rostro, y que ella dramatiza primero con una suerte de polvo percusivo con el batería, luego arrancándose el corpiño en plan lobona.
No me acusen de cochinón: me limito a constatar hechos. Al terminar, le pregunté a una feminista convencida -y boquiabierta- de qué iba todo aquello: "Sexo", dijo, sin dar más explicaciones. Shakira en disco ni idea de qué es, pero en directo es puro porno con ropa (y tampoco mucha, vive dios).
No es la cosa para quejarse. La chica sabe cómo hacerlo. Sale y se pone a menear el culo. Cantar no podría jurar que lo hace: hay momentos en que tiene el micro a medio metro de la boca y se la sigue oyendo perfectamente. Qué vozarrón. ¿O será que...?
Mi amigo, que trabaja en el montaje, asegura que hay partes "medio grabadas". ¿Y si resulta que hace playback como Leticia Sabater? El show no va de música en todo caso: es un espectáculo de danza, a Shakira sólo le falta una barra para estar en el Bada-Bing. Puro lap dancing o como se diga.
Hay un momento especialmente divertido, que es cuando en la enorme pantalla del fondo -un videowall de 10 millones $ según mi colega- se proyecta sin más preámbulo el, con perdón, pompis de la señorita, a todo lo grande que da la pantalla. Hala. Venga. Por si no quedaba claro. Me niego a quejarme, no obstante.
La tipa se tira hora y media insinuándose a las 40.000 personas del público, pero hay un momento en que dice: "Te quiero, Madrid. ¡Te quiero!". ¿En qué quedamos? ¿Es esto sexo, o también amor? No me queda claro.
Pienso también en Piqué, y su novia haciendo el amor con miles de personas cada tres noches -ha firmado un contrato para hacer 110 conciertos en algo menos de un año; gana un millón de dólares por show-. ¿Cómo se llevará eso? ¡Si hasta nos dijo que nos quería! ¿Más o menos que a Gerard? Tampoco me quedó claro.
El vino, por cierto, estaba bueno.
Quico Alsedo
Redactor de EL MUNDO
Resumiré: podríamos divagar acerca de sus poses a lo Axl Rose, su guiño a EMF (cameo de 'Unbelievable'), su rollo muñeca de Jesmar y sus modelitos. Todo sería marear la perdiz.
Es la segunda vez que la veo y prácticamente sólo existe una cosa en un espectáculo de Shakira, y son las ingles de Shakira, esa vulva (porque habrá que imaginar que está ahí) que centrifuga como una lavadora, que mastica a la concurrencia como las mandíbulas de un tiburón, que atrapa como una vagina dentada.
Hete aquí: puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que el 90% del espectáculo reside ahí: en la entrepierna de la señorita, el bajo vientre que a veces contagia una expresión como orgásmica a su rostro, y que ella dramatiza primero con una suerte de polvo percusivo con el batería, luego arrancándose el corpiño en plan lobona.
No me acusen de cochinón: me limito a constatar hechos. Al terminar, le pregunté a una feminista convencida -y boquiabierta- de qué iba todo aquello: "Sexo", dijo, sin dar más explicaciones. Shakira en disco ni idea de qué es, pero en directo es puro porno con ropa (y tampoco mucha, vive dios).
No es la cosa para quejarse. La chica sabe cómo hacerlo. Sale y se pone a menear el culo. Cantar no podría jurar que lo hace: hay momentos en que tiene el micro a medio metro de la boca y se la sigue oyendo perfectamente. Qué vozarrón. ¿O será que...?
Mi amigo, que trabaja en el montaje, asegura que hay partes "medio grabadas". ¿Y si resulta que hace playback como Leticia Sabater? El show no va de música en todo caso: es un espectáculo de danza, a Shakira sólo le falta una barra para estar en el Bada-Bing. Puro lap dancing o como se diga.
Hay un momento especialmente divertido, que es cuando en la enorme pantalla del fondo -un videowall de 10 millones $ según mi colega- se proyecta sin más preámbulo el, con perdón, pompis de la señorita, a todo lo grande que da la pantalla. Hala. Venga. Por si no quedaba claro. Me niego a quejarme, no obstante.
La tipa se tira hora y media insinuándose a las 40.000 personas del público, pero hay un momento en que dice: "Te quiero, Madrid. ¡Te quiero!". ¿En qué quedamos? ¿Es esto sexo, o también amor? No me queda claro.
Pienso también en Piqué, y su novia haciendo el amor con miles de personas cada tres noches -ha firmado un contrato para hacer 110 conciertos en algo menos de un año; gana un millón de dólares por show-. ¿Cómo se llevará eso? ¡Si hasta nos dijo que nos quería! ¿Más o menos que a Gerard? Tampoco me quedó claro.
El vino, por cierto, estaba bueno.
Quico Alsedo
Redactor de EL MUNDO